Plan de embellecimiento y ensanche de Montevideo


El desarrollo de parques y ramblas como instrumento de

consolidación del Uruguay moderno.


El surgimiento del tiempo libre, a finales del siglo XIX, y las demandas de un uso racional de dicho tiempo son síntomas de la consolidación de una sociedad moderna y de la confirmación del proceso industrializador. Tiempo libre y recreación son dos conceptos asociados ineludiblemente a la Modernidad.

En este contexto del proceso de desarrollo de los Estados Modernos y del aumento del tiempo liberado del trabajo, se consolidará un concepto de recreación racional que generará una gran transformación urbana con el diseño y construcción de parques y ramblas. En el caso de Montevideo, ese proceso modernizador e industrializador se consolidará en los primeros años del siglo XX, época en la cual se construyen los diversos paseos que le darán una fisonomía de ciudad europea.

Nos proponemos relevar los usos de esos espacios de ocio que hicieron los montevideanos de las primeras décadas del siglo XX. Nos referimos a los Parques y Ramblas que fueron el principal ámbito de encuentro de ciudadanos diversos, en una ciudad que duplicó la población en menos de veinte años gracias a la inmigración. Este proceso coincide con la consolidación del Uruguay moderno, a través de las reformas políticas, económicas y socioculturales, llevadas adelante por José Batlle y Ordóñez, dos veces presidente de la República.

Uno de los elementos más visibles del proceso modernizador es el de la transformación de las ciudades. En este sentido, se suele considerar uno de los paradigmas del urbanismo a las transformaciones que el Barón Haussmann introduce en París, entre 1853-1869, dando un especial destaque a la creación de nuevos espacios públicos (ramblas, bulevares, parques). De acuerdo a la inquietud por mejorar la higiene pública, propia de la Modernidad, desde el Estado se promovió el desarrollo de espacios naturales para un disfrute generalizado e interclasial, facilitando el acceso universal al ocio.

El Plan Haussmann será la principal referencia para el “Plan de Embellecimiento y Ensanche de Montevideo”, aprobado en 1891 por la Junta Económico Administrativa de la ciudad. Este Plan concibe la integración de las plazas, parques y paseos en un sistema de espacios públicos, de acuerdo al estilo de las principales capitales de Europa. Para asegurar esta modernidad europea, se contrataron paisajistas franceses, como los hermanos Racine, Tahys o el propio André a quien se le había encargado el diseño del Plan. (CARMONA y GOMEZ, 2002, 43)

El Plan de Embellecimiento se constituye en el proyector rector de la política de plazas, parques y jardines, a partir de una concepción sistémica del espacio público. (44) De acuerdo a las nuevas concepciones higienistas y un criterio previsor de desarrollo urbano, se plantea generar reservas de áreas verdes que oficien de “pulmones” en el posterior desarrollo de la ciudad.

A partir de su promulgación, se irán desarrollando los principales parques de la ciudad y las ramblas costaneras, en las primeras décadas del siglo XX, confluyendo la acción pública con el apoyo de privados que donaron muchos de los terrenos. Tal es el caso de Gabriel A. Pereira, donando los terrenos para el Parque Central (actualmente Parque de los Aliados) y de Esteban Elena, donando los terrenos para la creación del Parque Capurro. (43)

Este Plan coincidirá con el reformismo batllista, recreando el imaginario visual de una ciudad moderna, construida a partir de cánones europeos y que valoriza los espacios públicos de encuentro social y de reencuentro con una naturaleza domesticada. Por otra parte, los Parques reflejan el ideal moderno de democratización de los espacios públicos, buscando el bienestar colectivo y el desarrollo de las necesidades sociales de esparcimiento, en el reencuentro con una naturaleza domesticada.

A lo largo de la costa, los Parques Urbano y Capurro, junto al balneario de los Pocitos, ofrecen posibilidades de conjugar los espacios verdes con el mar. A ellos se complementan el Parque Prado y el Parque Central, configurando un verdadero sistema que espacios públicos que rodean la ciudad vieja y serán refugios de naturaleza en el desarrollo de la ciudad que pronto los trascenderá.

Los Parques son diseñados de acuerdo a las normas del paisajismo inglés, que implican el rechazo por el orden artificial, se valora la variedad y la sorpresa a través de una caminería sinuosa, enjardinados, agrupamientos boscosos de diversas especies y lagos artificiales con formas libres (CARMONA y GOMEZ, 44) La arquitectura propone escalinatas, puentes y terrazas que confluyen en algunos casos hacia la playa. La ornamentación responde a los cánones europeos, con variedad de esculturas dispuestas en diversos rincones del parque y con faroles y bancos a lo largo de los diferentes caminos. De acuerdo a las expectativas de la época, los parques incluyen diversos servicios como juegos, restaurantes, hotelería, lechería, quiosco de música, y en algunos casos canchas deportivas y un pequeño zoológico.

El proyecto modernizador del batllismo logra conciliar a los diferentes actores sociales en una misma visión respecto al uso del tiempo libre. El tiempo libre es el nuevo espacio de sociabilidad, en contacto con la naturaleza, lo que asegura prácticas saludables en lo físico y también en lo moral. En esto coinciden los movimientos religiosos, los sindicatos, las organizaciones sociales y culturales, e incluso los industriales, que desde sus diferentes medios de expresión se encargaban de formar la opinión pública en este sentido.

Los Montevideanos harán uso de esos nuevos espacios públicos, alineados con los valores que impone la sociedad moderna. Especialmente los domingos serán los días consagrados al paseo por las Ramblas y Parques, de acuerdo a los dictámenes higienistas. Personas de todas las clases sociales comparten ese espacio, junto a sus familias, amigos y vecinos, coincidiendo en el uso saludable del nuevo tiempo disponible.

Un uso sano del tiempo libre implica el encuentro con una naturaleza domesticada, a través de paseos por parques que incluyen lagos artificiales, y una variada vegetación traída desde las regiones más diversas. A través de los parques, se desarrollan actividades para el desarrollo de la higiene del cuerpo y de la mente (caminatas, deportes), y el cultivo de la salud psico física.

Los parques implican nuevos y más amplios espacios de sociabilidad. Si bien la asistencia es masiva, la interacción suele ser muy poca, lo que arroja un manto de anonimato a las relaciones.

La Rambla es el lugar de exhibición por excelencia. El paseo continuo, de un extremo al otro, es la actividad ceremonial del ocio, una oportunidad para mostrarse y reconocerse como miembro de esta nueva Modernidad.

El ritual del paseo por la Rambla tiene que ver con el carácter ostentatorio del ocio, una forma de exhibición social de la nueva burguesía y de adaptación de la incipiente clase media. Se toma como referencia los gestos, la indumentaria y los objetos propios de miembros de sociedades que ya pasaron por este proceso modernizador, como los países de Europa occidental y Estados Unidos. Estas formas implantadas de auto representación contribuyen a la creación del imaginario de sociedad moderna e industrial que se quiere imponer.

Pero la promoción de este modelo de ocio es también un instrumento político que será utilizado por las diferentes clases. Las clases hegemónicas buscarán, a través de los paseos y deportes, consolidar el proceso civilizador a través del disciplinamiento de los juegos populares y el fortalecimiento de la fuerza de trabajo.

Por otra parte, los sindicatos harán también un uso político, buscando adoctrinar a la clase proletaria a través de los picnics campestres. Los movimientos anarquistas, socialistas y comunistas utilizarán el paseo campestre para promover la conciencia de clase entre las familias obreras y como medio para la recaudación de fondos. Así lo reseña el periódico comunista Justicia, en 1929: “los concurrentes se van a divertir, a bailar, a cantar, a hacer música, pero también se va a hacer un trabajo político. Posiblemente el pic-nic no tenga todo el carácter político que sería deseable (…) pero dará la pauta para la realización de otras fiestas futuras, donde podrá combinarse mejor la diversión con el trabajo político…” (GONZALEZ SIERRA, 1996, 216-217)

BIBLIOGRAFIA

BAROFFIO, Orestes (1942): Emociones montevideanas. Claudio García y Cía. ED, Montevideo.

CARMONA, L. y GOMEZ, M. J. (2002): Montevideo, proceso planificador y crecimientos. FARQ, Montevideo.

CASTELLANOS, Alfredo (1981): La Belle Epoque montevideana. Arca, Montevideo.

ELIAS, N. y DUNNING, E. (1995): Deporte y ocio en el proceso de la civilización. FCE, México.

GONZÁLEZ SIERRA, Yamandú (1996): “Domingos obreros en los albores del siglo XX”, en BARRÁN, CAETANO Y PORZECANSKI (Dir): Historias de la vida privada en el Uruguay, tomo 2. Taurus, Montevideo.

JAUREGUI, EGEA y DE LA PUERTA (1998): El tiempo que vivimos y el reparto del trabajo, Paidós, Barcelona.

MAIZTEGUI CASAS, L. (2005): Orientales: una historia política del Uruguay, Vol. II. Planeta, Bs. As.

RYBCZYNSKI, Witold (1992): Esperando el fin de semana, Emecé, Barcelona.